lunes, 11 de febrero de 2013

EL NIÑO





Subconsciente, psicoanálisis y conductismo

No tengo formación de psicólogo ni de psiquiatra, es posible que no dé ni una, pero si solo habláramos de lo que sabemos, la humanidad quedaría muda. No he compartido nunca eso de dejar hablar solo a los expertos. Nuestra vida es nuestra y tenemos derecho a equivocarnos por nosotros mismos. Estaría bueno llegar a viejos y ver que otro la ha vivido por nosotros. Está claro que en muchas ocasiones confías en un médico, por ejemplo, pero en otras tú decides si te operas o no y si el médico es legal o solo quiere sacarte la pasta.

Sin embargo sí tengo autoridad para hablar de mi propia experiencia:

Pasé casi dos años yendo a un hospital, sometido a ciclos de quimioterapia. Cuando pasó el tratamiento y volví a poner un pie en la escalera del hospital, no había manera de evitar los vómitos. Yo sabía positivamente que ya no había más ciclos, que la medicación y el peligro habían pasado, pero daba igual, las náuseas eran inevitables, no creo que estuviese reprimiendo nada, la causa era cristalina. Tardé un año en reprogramarme. Incluso cuando pillaba un constipado, volvía a estar enfermo la semana entera que duraba el ciclo. Sabía que solo era un constipado, pero durante una semana volvía a vivir un ciclo de quimio completo. No había razones que me convencieran. De hecho yo estaba convencido de que era absurdo, pero eso nunca me evitó pasar el mal trago.
De volver una y otra vez al hospital, de hacer de tripas corazón y "tirar palante", conseguí al final entrar en el hospital sin sufrir más incomodidad que el coñazo que supone pasarte mañanas y tardes enteras esperando y la tensión de un lugar que te sorbe las energías. Me sigue sorprendiendo que con tal de justificar recortes, piensen que vamos por vicio...
En aquel momento hice mi propia interpretación, leyendo posteriormente he ido viendo que no andaba muy desencaminado:
Pensé que era como si dentro de mí hubiera un niño pequeño, un niño al que no llegaba, como suele ocurrir con los niños, que tú les das razones y ellos solo te miran a los ojos y aunque le digas que el cole es muy divertido, aquello no cuela. Tuve que enseñarle al peque que ir al hospital no implicaba necesariamente ponerse a parir y cuando él se fue convenciendo, decidió que tampoco era para tanto y dejó de vomitar.
Más tarde me enteré que esto es algo parecido al tratamiento de las fobias y también empecé a oír hablar del consciente y ese cerebro reptiliano, animal, de ataca o huye al que yo había llamado niño.

Cuando empecé a bucear volví a enfrentarme con él. Mi parte consciente estaba encantada de estar debajo del agua, pero al peque no le gustaba ni un poquito. La noche de antes de la primera inmersión no dormí, pero no estaba dispuesto a ceder ante un niño. Al final medio lo he educado y aunque algún temor tiene, que por otro lado no viene mal, disfruta del fondo del mar.

Pero como decía Sinué el Egipcio, "mi medida aún no estaba colmada...". Me ha tocado vivir situaciones mucho peores que la quimioterapia, en las que parece que te tienes que sentar a ver qué coño haces, a ser tu espectador, en las que no tienes ningún control sobre ti mismo, que encima te atacas por lo que haces y que no puedes evitar. El sentimiento es como si estuvieras matando a alguien, que quieres para más inri... y no puedes escaparte. Estamos acostumbrados a responsabilizarnos de nuestros actos, cuando alguien mueve tus hilos, el desconcierto es brutal.
En esas situaciones somos los primeros ignorantes, no tenemos ni idea de qué intenciones tiene el chiquillo ¿qué le ha asustado? Los psiquiatras hablan de shock, un trauma reprimido. Yo no comparto necesariamente la represión, puede ocurrir que sea algo que tu parte consciente ha incluso digerido, porque has toreado en muchas plazas y ya tienes oficio, pero que ha dejado al chiquillo destrozado.  Tú lo has encajado pero tu muñeca no. Las reacciones son desproporcionadas y completamente fuera de la lógica, nadie te entiende y si tú estuvieras bien tampoco lo harías. Solo puedes ver los efectos, estos quizá te den pistas de por dónde pueden ir sus intereses; solo tendrás eso pistas. La desconexión es total entre el consciente y el subconsciente, es el terreno del psicoanálisis, de buscar una aguja en un pajar, de estudiar al extraño que vive dentro de ti y con el que no te hablas.

El conductismo es más práctico, sabe que el niño está ahí y es incontrolable; cuenta con sus travesuras y espera que el tiempo y la razón pongan paños calientes. Da igual el origen, el objetivo es parar los síntomas, reeducar al chiquillo con paciencia. Aun así, es más expeditivo que el psicoanálisis. Quizá suene a poca cosa, pero muchas veces no vas a averiguar mucho más y más vale eso que nada. Encontrar el verdadero origen estaría muy bien, si no fuera porque a veces es casi imposible. Por otro lado, incluso diagnosticado el problema, digamos que has desarrollado una fobia por el shock H, no te va a ser más sencillo, vas a seguir sin voz para llegar al niño. Estarás en la misma situación que si no supieras cuál es el origen, tendrás que luchar y enfrentarte a ella, demostrarle que no va a pasar nada, pelear y esperar a que se dé cuenta por sus medios. En los casos que hay un componente de culpa si te va a permitir quizá comprender y ahorrar atacarte y machacarte, que es el punto sin retorno.

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